Siempre estoy buscando caras nuevas a las que fotografiar, pero una visita de última hora a Valladolid (la que siempre será mi tierra) me encendió la bombillita: ¡mi prima Paula! Mi prima pequeña, la que aunque me saque una cabeza siempre será mi prima pequeña.
El historial de Paula con las cámaras no me daba mucha confianza a la hora de ofrecérselo, ya que recuerdo perfectamente cómo se escondía cuando éramos unas niñas y nos querían sacar una foto. Su reacción era la misma que la mía cuando voy un bar y me dicen que solo tienen Pepsi: huir.
Pero la vida te da sorpresas, ¡y dijo que sí!
La Pedraja de Portillo, el pueblo de mi abuela, mi madre, y parte de mi familia, no es gran cosa. Es pequeño, y bastante aburrido, pero muy cerquita hay un lugar muy especial: Las Lagunas del Raso de Portillo, donde el frío pega ocho veces más y el viento te congela hasta las entrañas. Así que por supuesto que fuimos allí, a poner a prueba nuestras defensas y rezar por no coger un buen resfriado. Y sobrevivimos, con algún que otro incidente entre los juncos... pero sobrevivimos.
No me considero una persona muy familiar, lo reconozco, pero pasar este rato con ella me hizo darme cuenta de que tal vez sí lo sea un poco, porque estoy deseando repetir. Nos reímos, hicimos fotos, y hablamos de nuestras cosas. Fue un buen día.
Gracias, prima, por vencer a la cámara conmigo.
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